El cultivo y tratamiento de la planta del cáñamo en nuestras tierras tiene orígenes remotos. Las diversas coyunturas mundiales y la especialización, convirtieron a Callosa de Segura en la capital de los trabajos y de la industria del cáñamo durante el siglo XX. Toda la población estaba involucrada, desde el niño, la mujer, etc., en este proceso de producción tan diversificado de modo que podemos decir que esta dinámica ha dejado su impronta en la población, la cual se centró casi en exclusiva en esta actividad. Por este motivo, cuando aparecieron las fibras sintéticas, esta industria sucumbió casi de golpe y la población tuvo que emigrar masivamente por los años 60.
Unos pocos lustros después, Callosa resurgió de sus cenizas y se adaptó a los tiempos con nuevas fábricas, herederas de aquella actividad artesano-industrial, volviendo a ocupar el primer puesto en la producción nacional de hilos, cabos, cuerdas y redes de fibra sintética, con más maquinaria y tecnología y menos mano de obra que en la época dorada del cáñamo.
La industria del cáñamo se puede considerar como una de las primeras industrias con carácter ecológico, pues los desechos de cualquier fase de la fabricación eran reaprovechados al máximo.
El oficio de trabajar el cáñamo implica un ciclo completo desde la plantación de las semillas, sus cuidados como planta y sus posteriores tratamientos de la fibra (fase agrícola), hasta que en la fase industrial se convierte en hilos, cabos, cuerdas, redes, zapatillas, botas, etc., de cáñamo.